Naohiro Takahara es un japonés que supo ser el 9 de su selección. En 2001, en el marco de una operación fútbol-marketing para penetrar en un mercado japonés que ya estaba enloquecido con Boca desde el triunfo sobre el Real Madrid en la Intercontinental, Mauricio Macri contrató al delantero nipón. En su segundo partido, contra Colón, una noche en la Bombonera, le quedó una pelota en el área, solito contra el arquero.
Le pegó al pasto y después a la pelota, que dio en el palo y se fue. El título de la tapa de Olé lo condenó para siempre: Van Pasten. Edinson Cavani, cuando caía la tarde en el Nuevo Gasómetro, lo imitó. O casi. Le erró a la bola en el mano a mano, se enredó con las piernas del arquero, simuló un golpe como siempre simulan los que pifian groseramente, tratando de justificar lo injustificable frente a la tribuna, y pocos instantes después dejó la cancha. Difícilmente se haga otra versión de Van Pasten, primero porque muchos pibes probablemente no sepan quién era Marco Van Basten -el magnífico delantero holandés cuyo nombre sirvió para burlarse del ponja- y segundo porque Cavani casi ni le pegó al pasto, le erró a todo, como todo el partido.
Boca perdió el partido por culpa de Cavani. No, no hay error: lo perdió, hay que tomarlo como una derrota. Porque fue de local, contra Sarmiento -uno que pelea el descenso- y porque el uruguayo tuvo cuatro jugadas bien claritas para liquidarlo cuando estaba 1-0. No lo hizo fundamentalmente por impericia después de que Zenón jugara exclusivamente para él, para ponerle esos pases que tanto se reclamaban, las chances que no tenía frente al arco. Primero definió de zurda apenas afuera, en una quiso enganchar y ante un roce voló como una hoja en el viento, en otra le dio al travesaño y la última fue la pifia escandalosa. Antes de todo eso había hecho un gol, pero estaba un metro en offside. Cuando era un jugador de fútbol, sin duda hubiera metido las cuatro. Dos o tres seguro. Una como mínimo. Pero ahora que ya no lo es (ojalá me equivoque), no metió ninguna.
Cavani llegó varios años tarde a Boca, y eso tiene que dejar de pasar. Los futbolistas tienen que llegar cuando están en actividad, no semi retirados. Antes, cuando todavía era jugador, eligió el Manchester, España, lo que sea. Y Boca no debería ser segunda opción de nadie. Los que vienen, que vengan bien. O que se queden allá, de donde se vienen porque ya nadie los quiere.
Por Cavani Boca perdió el partido, por Cavani el técnico modificó el esquema, por Cavani sacrificaron a Langoni a una posición ridícula que no se acerca ni un poco a lo que es el chico: un goleador, como solía ser Cavani. A Alfaro lo mataron por poner a Soldano de 8. Salvando las distancias y las intenciones -Martínez intentó ser ofensivo-, esto fue parecido. Langoni, muchachos, no es wing y nunca lo será, por más que sea bajito. Es segunda punta, un delantero con un olfato extraordinario que siempre está donde debe. No está para hacer la raya, ida y vuelta, y menos después de la cantidad de lesiones que sufrió el año pasado. Langoni no se merece esto. Y Cavani tampoco.
¿Pudo haber ganado Boca? Claro, debió haber ganado, incluso por más de un gol. No jugó bien al fútbol pero Zenón tuvo un gran segundo tiempo como asistente del uruguayo. Sin necesidad de elaboración, tan sólo con pases precisos -como el de Advíncula a Merentiel en el 1 a 0-, Boca había creado las situaciones de peligro necesarias. Lo mejor fueron los refuerzos -muy bien Lema atrás- y los peores fueron los de siempre (Campuzano y Pol, silbados junto a Fabra aun sin necesidad de hacer ninguna boludez en la final de la Libertadores), los que ya no tienen más lugar, los que cansaron a todos.
Pasaron dos partidos y Boca todavía no ganó. En la cuenta que todos hacemos antes del torneo, estos debían ser seis puntos seguros y fueron apenas dos. El plantel sigue necesitando un 5 de presencia y jerarquía y un playmaker: uno que haga jugar al resto, que se prenda en el toque con Zenón para no cargar de responsabilidades a un chico que recién llega y que afortunadamente está mostrando sus condiciones, pero que no puede ni debe vestirse de salvador. Si hay de verdad 28 palos verdes, como se la pasó diciendo Riquelme, déjense de boludeces y compren jugadores. En lo posible jugadores, no ex. Desde ya, muchas gracias.