Definitivamente es otro Boca. Van pasando los partidos y se van superando pruebas, pero el tema va más allá de los resultados. Es la actitud, aunque tampoco es que eso implique solamente valentía, no. Se trata de otra cosa, de algo que muchos venían reclamando implícita y explícitamente.
Simplemente que Boca adoptara una presencia en los partidos que lo hiciera manejar los trámites desde la propia convicción de saberse fuerte frente a cualquier rival.
Esta vez, incluso, la victoria tiene la validez de consolidar su sensación de equipo del momento gracias a que - a una sola fecha del final de la fase regular y todavía con dos partidos por jugar- se metió entre los cuatro de arriba y ya mira con cariño y con confianza los cuartos de final de esta Copa de la Liga.
Sabiendo que se jugaba todo eso y desde abajo, Boca encima tenía como cuenta pendiente un partido convincente fuera de casa. Por eso el modo en que se plantó ante Newell's descolocó a propios y ajenos. Es que habrá que acostumbrarse a no subestimar al equipo de Diego Martínez. Que tiene aspiraciones de serio, con argumentos y ya también algunos logros que colgarse. Que tiene individualidades, sí. Pero un conjunto que las potenció a todas. Que tiene juego por las bandas, sí, pero también tiene creatividad y paciencia para buscar espacios y desequilibrar por el medio de las defensas rivales.
Porque por tercer partido consecutivo logró imponerse desde esa variante. Ya había sucedido con el gol de Cavani a San Lorenzo hace una semana. También el penal a favor en Bolivia surgió tras una jugada por el centro. Y el tanto que abrió el marcador en Rosario es otra muestra: Medina la tomó en el círculo central y rompió líneas con un pase alto que Merentiel rebotó para que Langoni pique como un rayo con pelota dominada y defina. Macagno dio rebote, pero Medina alcanzó a meterla con un cabezazo casi debajo del arco.
Con el 1 a 0, Boca se asentó más aún y -pese a esperar un poco más- no dejó de lado su idea madre. El mejor ejemplo fue una jugada ocurrida cerca del final del primer tiempo, en la cual la salida de Boca en defensa no encontraba espacios. Entonces retrocedió para darle intervención a Brey. Una vez que la tuvo el arquero, el murmullo de la gente local subió de volumen hasta terminar pareciendo una expresión de asombro cuando los pases empezaron a progresar y superaron la mitad de la cancha como si fuesen movimientos perfectamente coordinados. No terminó en nada porque Langoni la terminó perdiendo, pero la escena es otra muestra de este momento del equipo del Gigoló, con la confianza a tope y el atrevimiento como parte del repertorio de juego.
Lo que no tiene por ahora Boca es demasiada profundidad. Le cuesta generar peligro serio o -más bien- capitalizar su dominio y transformarlo en goles. Por eso sufre cuando el trámite cambia, como después del primer gol y cuando -cerca del final- Newell's descontó y le puso suspenso a un triunfo inobjetable.
Que se selló con una contra letal manejada y asistida por el más inesperado de los actores de reparto, nada menos que Frank Fabra. Y que fue definida por una de las figuras de la noche, el zurdo Zenón.
No está mal como parte del crecimiento de un que sufrió con el descuento final pero terminó cerrando una victoria dorada para sus aspiraciones, que ya no corre de atrás a nadie y está a poco de cerrar el objetivo de mínima de este certamen. Y que se anima a soñar en grande. Porque, definitivamente, este es otro Boca.