La previa invitaba a otra cosa, cualquiera podía imaginar un escenario cómodo en el que Boca (este Boca que viene creciendo y justificando sus triunfos desde el buen juego) tuviera un tránsito cómodo por su partido ante Sportivo Trinidense. Incluso esa sospecha se volvió más tangible en los primeros minutos del partido.
Porque la postura del equipo paraguayo lejos estuvo de ser la de replegarse de movida. No. Trinidense se plantó alto, a partir de la mitad de la cancha y tratando de presionar. Fueron unos pocos minutos, pero parecía una invitación a la fiesta que muchos hinchas de Boca pensaron ver. Pero lejos estuvo de eso el partido, porque la visita supo ejecutar su plan, poner todo en cada pelota y hasta en alguna contra animarse y estar cerca del gol.
El dominio -no obstante- fue claramente de Boca en cuanto pudo empezar a hacer rodar la pelota, a partir de su premisa de buscar espacios. Pero lo que faltó en la noche copera de la Bombonera fue la intensidad que viene acostumbrando tener el equipo de Diego Martínez, que se sintió muy cómodo jugando las finales de las últimas semanas pero que (en racha, con funcionamiento aceitado y hasta varios de sus titulares en cancha) no podía imponerse a un rival muy inferior.
No fue por supuesto el único pecado que cometió. En muchos momentos, la similitud con el Boca empatador serial de Jorge Almirón fue asombrosa. Siempre un pase de más, siempre un error no forzado antes de dar la estocada final. Y una receta que no se condecía con el desarrollo del partido. Simplemente porque una vez que el mapa del partido quedó claro, la decisión de buscar una y otra vez con centros frente a una defensa del fútbol paraguayo resultó poco eficaz.
Sin embargo, la apertura del marcador terminó llegando por esa vía, con el cabezazo de Aaron Anselmino tras un buen centro (uno más) de Lautaro Blanco a la salida de un córner, luego de una precisa asistencia del recién ingresado Zenón para un toque justo de Cavani que el arquero logró sacar con lo justo.
Minutos antes, frente a lo que ya era impotencia promediando la segunda parte, Martínez había mandado a la cancha de una al ex Unión y a sus laterales titulares. El contraste con los cambios en cancha fue notorio, y fue una buena noticia para el técnico.
Como positivo, al menos Boca consiguió el objetivo de sumar de a tres y evitar el papelón que pudo significar un empate que Trinidense estuvo muy cerca de conseguir, cuando el equipo se quedó con uno menos por la lesión de Anselmino ya sin cambios disponibles.
De todas maneras, el momento clave del partido terminó siendo la jugada que -a falta de cinco minutos- casi termina con penal a favor de la visita. El VAR y una falta previa evitaron esa angustia innecesaria que nadie se preparó para ver. El triunfo era obligatorio y se logró. Para el DT, será tiempo de capitalizar el paso atrás en el juego a partir de trabajar en los puntos flojos de una noche para olvidar pronto.