Con alma y vida, el Canalla sostuvo el 1-1 en Porto Alegre, hizo valer el 1-0 en Rosario y se clasificó.
Con el corazón en la mano y en los pies. Con toda la energía puesta en cada disputa de pelota. El alma dejó Rosario Central en Brasil. Emocionó a sus hinchas ese espíritu combativo para batallar en todos los sectores del campo. Lo jugó como una fina, como lo que fue. Entendió que así debía hacerlo para no regalar nada en Porto Alegre. Después del triunfo por 1-0 en el Gigante de Arroyito (gol de Jaminton Campaz), a Rosario Central le alcanzó con el empate. Muy práctico, se había puesto 1-0. Internacional lo igualó en el ST, pero se potenció la fiereza del equipo rosarino para cerrarle los caminos a Inter. Para generarle desesperación e impedirle que diera vuelta el resultado.
Aguantó la igualdad Central en la segunda etapa. Resistió ante el asedio brasileño, que tuvo mayor aceleración con el ingreso de Bernabei. Pero en el Canalla no hubo un solo jugador que no peleara por cada balón con las tripas. En terreno ajeno pudo hacerse fuerte. Nunca le tembló el pulso. Y se llevó lo que fue a buscar: el acceso a los octavos de final de la Sudamericana.
Central superó esos primeros minutos de determinación ofensiva de Inter, que de arranque fue mucho por la derecha de su ataque (sobre todo con las subidas de Fabricio Bustos), profundo, amenazante. Aunque esos intentos no fueron seguidos de buenas resoluciones dentro del área. A los 20’ del PT, Agustín Sández, tras un tiro libre desde la izquierda, recibió un toque corto de Mallo y se despachó con un zurdazo letal. A partir de ahí, el equipo de Russo se hizo rocoso. Compacto, con enorme solidaridad entre sus jugadores, disciplinados tácticamente, orden. Siempre aparecía una pierna para cortar.El Canalla no cedió en sus fuerzas frente a la presión de Inter, que se reanimó después de empardarlo. Empujó y lo empujó su gente. Pero no le bastó esa búsqueda incesante porque enfrente hubo 11 leones. Todos comprometidos por recuperar la pelota. Eso sí, sin el oxígeno necesario porque Ruben y Copetti no aguantaron el balón arriba. Con un carácter tremendo, Central dejó en el camino a un rival con mucho presupuesto y figuras, pero con poco fútbol.