El equipo de Mascherano tuvo reacción pero le faltó precisión y serenidad adentro del área rival. El partido tuvo una gran intensidad y se jugó como una final.
La avivada de Mateta para anticiparse a Otamendi (no fue una sola vez en todo el partido) marcó la diferencia para una Francia que a partir de allí planteó un partido de contragolpe contando, a su favor, con la velocidad del medio hacia arriba que puso en aprietos a una selección argentina a la que le faltó chispa y profundidad.
El partido tuvo una notable intensidad y se jugó con dientes apretados, en una clara sensación de que se trató no sólo de una final anticipada, sino de otro eslabón de esta rivalidad que se viene dando entre ambas selecciones, con epicentro fundamental en aquella final del 18 de diciembre de 2022 en Qatar.
Argentina, al encontrarse en desventaja, trató de armarse en la mitad de la cancha para que la llegada hasta el área de Francia se diera de la manera más clara y prolija. Medina, Equi Fernández (por adentro), Simeone y Zenón (por afuera), tuvieron un respaldo defensivo en García, Amione y los centrales, para empujar al equipo y situarse en el terreno rival, aún a expensas de fabricar espacios en su propio terreno y quedar expuestos a la velocidad de los franceses.
Un cabezazo defectuoso de Simeone, que levantó la pelota en lugar de meter el frentazo hacia abajo cuando estaba ubicado adentro del área chica y con los defensores y el arquero francés en desesperada búsqueda de la pelota, más un remate cruzado de Zenón que no tuvo la suficiente dirección, fueron las jugadas más claras que tuvo el equipo de Mascherano en el primer tiempo.
¿Qué pasó después?, lo de siempre, lo de manual. Mascherano eligió sumar delanteros en lugar de poner gente con habilidad para que el equipo pueda llegar con claridad. ¿Estuvo mal?, no tanto. Son las dos posibilidades: 1) meter gente adentro del área y llenarla de centros; 2) poner jugadores que trasladen la pelota e intenten darle claridad a la jugada. Es decir, Mascherano se inclinó por Gondou y por Beltrán, para sumar a Julián Alvarez (de menor incidencia que en la selección mayor). Thiago Almada era el único que intentaba desprenderse de algún francés con la gambeta y durante un largo rato se quedó solo en esa función porque ya no había interlocutores válidos para que se sumen al juego, hasta que en el final entró el “Diablito” Echeverri, casi sin tiempo de poder mostrarse y aportar lo que es capaz.
El partido tuvo una enorme intensidad. Y en el segundo tiempo, hubo pasajes en los que Francia consiguió alejar a Argentina de su propio arco. Por eso, el final del partido tuvo la sensación de que así como Argentina buscaba denodadamente llegar al gol para empatar el partido, Francia tenía chances, sumaba gente, aprovechaba espacios y le faltaba el toque final para asegurar el partido, algo que estuvo a punto de conseguir en una jugada en la que luego de convertirse el gol, el VAR convocó al árbitro para que lo anule por un pisotón de Akliouche en perjuicio del Equi Fernández, uno de los mejores jugadores que tuvo la selección nacional.
El partido tuvo el final picante que se veía venir. Bastó que alguien prendiera la mecha para que el ambiente se calentara. Todo lo que pasó en la previa, el clima enrarecido en contra de Argentina, los silbidos al himno y esa sed de revancha lógica de los franceses luego de lo que pasó en Qatar, provocaron empujones, corridas y hasta un jugador francés que fue expulsado y no podrá jugar la semifinal ante Egipto, que venció a Paraguay por penales.
Final de una ilusión que estaba bien justificada por la calidad de los nombres de este equipo argentino, aunque no tanto por el rendimiento futbolístico. Argentina no traicionó una idea, pero faltó solidez en todas las líneas. Thierry Henry, el técnico de Francia, dijo después del partido que “de ninguna manera se trató de una revancha de la final de Qatar”. Sin dudas que entiende de estas cosas y le da la justa medida a la jerarquía de los dos torneos, con el respeto que se merecen los Juegos Olímpicos. Pero se jugó así, con ese clima distinto y un ambiente de rivalidad que, sin dudas se mantendrá en el tiempo cada vez que Argentina y Francia deban enfrentarse.
(FUENTE: EL LITORAL)