El Xeneize dejó pasar una oportunidad de recortar la diferencia con los de arriba.
Es, al fin de cuentas, un paso atrás. Por más que Boca haya merecido la victoria, por más que haya acorralado a su rival en el segundo tiempo, por más que haya generado tres chances claras para ponerse 2 a 1 y por más que haya quedado la duda en esa mano de Gonzalo Goñi en el final del partido (¿fue penal?), este empate con Barracas Central es negativo en todas sus formas.
Porque el equipo de Martínez sigue lejos de la pelea (a seis de Huracán), porque no logra juntar dos victorias seguidas en esta Liga Profesional, porque quedó en deuda con su gente y por las debilidades del rival, que logró el primer empate de su historia en la Bombonera. Por eso, hubo algunos reproches de la Bombonera en el final.
Boca, por momentos, no parece Boca. No es lo que sus hinchas esperan. El juego no fluye. Las sociedades no asoman. Y todo, entonces, se reduce a sus individualidades, a lo que cada uno puede hacer por su cuenta. Así, entonces, lo que podría ser un recurso, se transforma en un sistema: como los centros de Lautaro Blanco. Con Barracas fue así el primer tiempo. Y también, por supuesto, parte del ST.
Es cierto, vale decirlo, que de un centro de Blanco llegó un golazo: el que hizo de taco Milton Giménez. El ex Banfield marcó su primer gol con la azul y oro con un verdadero lujo. Sin embargo, en ese momento, el gol fue una verdadera excepción a lo que el equipo venía mostrando. Y hasta contagiando.
No obstante, en esa primera mitad, el grito de Giménez sólo le alcanzó a Boca para recuperarse de ese golpe tempranero que significó el 1-0 de Maxi Zalazar (ley del ex incluida, porque el delantero está a préstamo en el Guapo) en el comienzo del partido. En definitiva, el equipo recién reaccionó en el segundo tiempo, cuando Martínez sacó a Di Lollo para poner a Aguirre y tener otra presencia ofensiva. Con esa variante, Medel fue a la zaga con Figal y el DT armó un 4-4-2 que tuvo a Zeballos y al ex Newell’s bien abiertos y a Merentiel y Giménez como doble nueve más definido.
Así, Boca acorraló a Barracas sobre su arco, le impuso la diferencia de nombres, de jerarquía y de calidad individual. Zeballos fue más eficaz por afuera, más cerca de su puesto tradicional de extremo que del nuevo que le quiso dar Martínez (más suelto, de enganche) y el Xeneize mejoró con él por derecha y Aguirre por izquierda.
Así, Boca mereció el segundo en el segundo, valga el juego de palabras. Porque Zeballos tuvo una clarísima que le sacó Moyano abajo del arco con una tapada descomunal; porque Giménez desperdició otra chance inmejorable al definir cruzado y desviado sobre el palo izquierdo: y porque Martegani tuvo otra, tras un despeje defensivo, que pasó cerca del palo derecho del arquero visitante, una de las figuras del partido.
Empujado por su gente, el Xeneize fue a fondo por la victoria, pero no la encontró. Incluso, Barracas pudo dar el batacazo en el final, con una contra de Rodrigo Insua, el hijo del Gallego, que Chiquito Romero sacó al córner. Boca dejó pasar otra chance de descontarle a Huracán. Y el equipo, pese al pedido-reto de Riquelme, no termina de arrancar.