El Rojo de Vaccari se impuso al Canalla con un grito de Lomónaco y cosechó su segundo triunfo consecutivo. Y se le viene Racing...
El puño apretado, el grito desaforado y el rostro desencajado de Iván Marcone expuso el desahogo que significó para Independiente el triunfo ante Rosario Central. Así lo vivió el capitán, sus compañeros y también los hinchas, que en la noche previa tuvieron que esperar hasta entrada la madrugada para saber si iban a poder ir a la cancha por los problemas estructurales que presentaron las tribunas Santoro y Pavoni en los últimos dos partidos de Copa Argentina que se habían disputado allí.El Rojo, que venía contrariado, golpeado, acechado por problemas internos y también por inconvenientes ajenos al campo de juego, comenzó a dar señales de vida una semana atrás contra Estudiantes (2-0), cuando el club logró levantar las inhibiciones que tantos dolores de cabeza le habían traído a Vaccari. Y la resurrección terminó de consumarse ante el Canalla. Justo en la antesala al clásico de Avellaneda ante Racing en el Cilindro, el equipo revivió. Cambió el ánimo. Modificó la atmósfera. Y también apagó un peligroso foco de incendio: había mucha bronca contenida de la gente por lo que pasó en la previa, que obligó a jugar con un 50% de aforo en ambas populares, una situación que dejó afuera del estadio a muchos que habían sacado el bono para poder entrar.Independiente controló al Canalla en un primer tiempo en el que logró imponer su juego. Fue un equipo corto, con dinámica para el desmarque, que se plantó con la defensa adelantada, por momentos parada incluso en campo rival. El conjunto de Vaccari ejerció el dominio territorial a partir de la estrategia de achicar espacios hacia adelante, con poca distancia entre líneas para tener siempre a alguien cerca de la pelota ante la pérdida. Para llevar a cabo ese plan también fue crucial el apoyo de los extremos, Luna y Tarzia, quienes fueron los primeros defensores al ejercer presión sobre la salida del rival.Así, Independiente consolidó su dominio, principalmente en los primeros 30 minutos, ante un adversario que jugó con una formación alternativa y que se notó: en Central no afloraron las conexiones, fue un equipo disperso, que no pudo hacer circular la pelota y que careció de generación. En definitiva, un conjunto compuesto por jugadores que no están acostumbrados a jugar juntos ya que Lequi guardó a piezas clave para la revancha del miércoles ante Fortaleza en Brasil, por la Sudamericana. Por eso los de Avellaneda merecieron irse al descanso en ventaja tras el gol de Lomónaco, quien venía de convertir ante Estudiantes y esta vez definió con recursos propios de un delantero.