"El Día del Médico se celebra el 3 de diciembre de cada año en honor a Carlos Juan Finlay Barrés, médico cubano que descubrió que el mosquito Aedes aegypti era responsable de la transmisión de la fiebre amarilla.
En agosto de 1956 la Argentina se adhirió oficialmente a la conmemoración, a iniciativa del Colegio Médico de Córdoba, avalada por la Confederación Médica Argentina y oficializada por decreto del gobierno nacional.
¡MÉDICO!
En la vida hay un hombre que no sabe de tiempos ni descansos... pero sí de secretos... Está en el momento que irrumpimos con un llanto nuestra llegada a este mundo, nos asiste en nuestro peregrinar y está en el momento postrero de la partida hacia un mundo tachonado de estrellas y luces de eternidad. Ha pasado, pasa, pasará a lo largo de nuestra existencia... ¿Lo valoramos realmente?
Su presencia se identifica con el dolor, la alegría, el llanto, la vida... Sanadas nuestras dolencias. ¿lo recordamos con gratitud? ¿pensamos que sin su presencia se agota, se marchita, se muere irremediablemente el ser humano?
Es la vida de cada uno pendiente de su entrega, su sabiduría, su sentir... ¡Comprendamos que es un hombre como nosotros, por lo tanto: sufre, ríe, llora, se emociona, ama! No es una máquina, es un ser humano especial, con un designio superior, un elegido, un ser engendrado con amor.
¡Médico! Qué sublime y noble profesión, si se la abraza con amor, con pasión. No está hecha para cómodos, tibios e indiferentes. Podrán existir algunos, pero pasarán por la vida sin dejar estela, solo corretearán, pero no podrán remontar vuelo en el firmamento infinito de las almas grandes y generosas. Respetemos y veneremos su nombre y su figura, ya que ambos son sinónimos de confianza, fortaleza, heroísmo, fe, amor. Recordémoslo permanentemente como el hombre que en su quehacer se acerca a Dios, se sublimiza, eleva su obra al cielo como una plegaria viva, que canta a la esperanza. ¡Bendito seas!
Aporte de la escritora y poetisa Alicia Árnica de Nardelli.
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