La lectura del Evangelio de este domingo 16 de marzo está tomada de Lucas capítulo 9, versículos del 28 al 36 (Lc 9, 28b-36). El relato corresponde al episodio de la Transfiguración del Señor.
Jesús sube al monte para orar y se hace acompañar de Pedro, Santiago y Juan. De pronto, dice Lucas, “cambió de aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes” y aparecieron a su lado Moisés y Elías. Los tres conversaron en torno a los hechos -la muerte de Jesús- que habrían de suceder pronto en Jerusalén.
Mientras tanto, el sueño hacía estragos entre los apóstoles y estos se quedaron dormidos, hasta que, “despertándose” vieron “la gloria de Jesús y de los que estaban con él”. Pedro, de inmediato, habiendo percibido la grandeza de lo que tenía enfrente, hace una oferta: “Maestro, sería bueno que nos quedáramos aquí y que hiciéramos tres chozas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías”. El Evagelista es claro al afirmar que Pedro “no sabía lo que decía”. Luego, rodeados por una nube que los envolvió y les hizo llenarse de miedo, los acompañantes de Jesús quedaron atónitos. De la nube salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo”. Jesús ahora estaba solo frente a ellos.
Dice el Papa Francisco: «El sueño de los tres discípulos parece como una nota discordante. Más tarde, estos mismos apóstoles se dormirán en Getsemaní, durante la oración angustiosa de Jesús, que les había pedido que velaran (cf. Mc 14, 37-41). Causa asombro esta somnolencia en momentos tan importantes… Vemos que Pedro, Juan y Santiago se adormecen antes de que comience la Transfiguración, es decir, justo cuando Jesús está en oración. Sucederá lo mismo en Getsemaní. Evidentemente era una oración que se prolongaba, en silencio y recogimiento. Podemos pensar que al principio ellos también estaban rezando, hasta que prevaleció el cansancio, el sueño.
Hermanos, hermanas, ¿acaso no se parece este sueño fuera de lugar al sueño que nos entra en momentos que sabemos importantes? Tal vez por la tarde, cuando nos gustaría rezar, pasar un rato con Jesús después de un día de mil carreras y compromisos. O cuando es el momento de intercambiar unas palabras con la familia y ya no tienes fuerzas. Nos gustaría estar más despiertos, atentos, implicados, para no perder ocasiones únicas, pero no podemos, o lo hacemos de cualquier manera y poco. El tiempo fuerte de la Cuaresma es una oportunidad en este sentido. Es un período en el que Dios quiere despertarnos del letargo interior, de esta somnolencia que no deja que el Espíritu se exprese.» (Ángelus, 13 de marzo de 2022).
A continuación presentamos la lectura del Evangelio correspondiente al II Domingo de Cuaresma (Ciclo C).
Evangelio del día (Lucas 9, 28b-36)
En aquel tiempo, Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan, y subió a un monte para hacer oración. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes. De pronto aparecieron conversando con él dos personajes, rodeados de esplendor: eran Moisés y Elías. Y hablaban de la muerte que le esperaba en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño; pero, despertándose, vieron la gloria de Jesús y de los que estaban con él. Cuando éstos se retiraban, Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, sería bueno que nos quedáramos aquí y que hiciéramos tres chozas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías”, sin saber lo que decía.
No había terminado de hablar, cuando se formó una nube que los cubrió; y ellos, al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo. De la nube salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo”. Cuando cesó la voz, se quedó Jesús solo.
Los discípulos guardaron silencio y por entonces no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
FUENTE: ACIPRENSA