En una mesa política con sus principales alfiles, la semana pasada, en Olivos, Alberto Fernández dio la orden de poner en marcha el vaticinado “relanzamiento del Gobierno”, a partir del cierre del acuerdo con el FMI, y empezar a trabajar en modo de campaña electoral por adelantado.
Ya hubo varias actividades de tono proselitista, que se profundizarán y organizarán metódicamente en las próximas semanas, a partir de la sanción de la ley más ansiada por el Ejecutivo, por la necesidad de los desembolsos que Le permitirán efectuar los próximos pagos.
Con visitas semanales al interior y al conurbano, el Presidente buscará fortalecerse en la competencia interna -desde hace unos días flagrante- con La Cámpora y Cristina Kirchner.
Por ahora, el “enemigo” no está en la oposición, sino en el propio Frente de Todos, donde las disputas alcanzaron un pico el fin de semana, sin señales de que vayan a mermar. Con la virtual ruptura con el kirchnerismo -si bien por ahora se mantiene el co-gobierno, hay incertidumbre sobre la posibilidad de que haya cambios en el Gabinete- el Presidente sienta las bases de la estrategia para empezar a trabajar sobre el territorio con la mira en 2023.
El apuro para empezar con la campaña responde a varios motivos. Uno es la derrota, el año pasado, frente a Juntos por el Cambio, que dejó debilitado al Presidente ante la opinión pública. Otro es el acuerdo con el Fondo, considerado como un punto de inflexión para el Gobierno. También influye la sería pelea con Cristina y Máximo Kirchner, que aceleraron y profundizaron las diferencias, en los últimos días, a partir de la votación del pacto por la deuda en Diputados y las críticas por el ataque al despacho de la Vicepresidenta durante el debate legislativo. Y, finalmente, existe el diagnóstico de que Alberto Fernández, que ya admitió que quiere ser reelecto dentro de dos años, se encuentra más que nunca, a los ojos del ciudadano, encerrado en las intrigas palaciegas que, como dijo un estrecho colaborador, “hacen de todo, menos sumarle”. “La gente está mal por el bolsillo, porque no llega a fin de mes. Necesitamos mostrar a un Alberto más cercano, preocupado por los problemas de la gente. Humanizarlo”, sostuvo el miembro del Gabinete.
El análisis coincide con la difusión, ayer, de las cifras de la inflación general de febrero, que alcanzó el 4,7 por ciento, y en particular la de los alimentos, que rozó un alarmante 8 por ciento. La caótica situación económica, que repercute en forma directa a nivel social, muy probablemente empeorará: los guarismos aún no reflejan el impacto que tendrá el incremento en los valores de las commodities energéticas en el mercado internacional, y que el Gobierno buscará equilibrar, no se sabe con qué nivel de éxito, con una negociación con el sector agropecuario para obtener un porcentaje del rédito por el aumento, también, en los precios en el mercado del grano.
No fue casual que el Presidente declarara ayer, unas horas antes de que se difundieran los números del Indec, que “desde el viernes empieza la guerra a la inflación”. Sin embargo, sus declaraciones fueron mal evaluadas en la oposición, y también en su entorno. En primer lugar, por el uso de la palabra “guerra”, que recuerda obviamente al sangriento conflicto bélico que azota a los civiles en Ucrania hace 20 días por la invasión de la Rusia de Vladimir Putin. Pero sobre todo, porque al escucharlas, puede fácilmente desprenderse una pregunta: “¿Por qué ahora, y no antes?”. Además, cuestionaron el apuro para hacer el anuncio. “Es cierto que se está trabajando en un paquete, pero no está terminado y quizá no lo esté para el día en que se fijó”, dijo un vocero.
Por lo pronto, la campaña ya empezó. Los colaboradores del Presidente -el canciller Santiago Cafiero, el secretario de la Presidencia, Julio Vitobello, el consultor catalán Antoni Gutiérrez Rubi, y el jefe de Gabinete, Juan Manzur, con quien están recomponiendo relaciones después de meses de desconfianza- están trabajando en un esquema de visitas al territorio, con algunos lineamientos centrales. En principio, buscarán que estén siempre ancladas en una “situación” en particular, como inauguraciones, aniversarios, o fechas patrias. Además, procurarán intercalar las recorridas entre el interior y el conurbano, para terminar con la imagen de un Gobierno “bonaerense” o “porteñocéntrico”.
“Esto estaba planeado. Necesitábamos cerrar el acuerdo con el FMI. Falta para las elecciones, pero la idea es trabajar con un hilo de tiempo donde al final estará el proceso electoral. Que va a ser el de las PASO, en principio, porque es bien probable que esto se resuelva en una interna”, dijo un ladero del primer mandatario.
El fin de semana estuvo en Punta Indio, ayer en Tortuguitas, ambas en la provincia de Buenos Aires. Luego protagonizó un acto en Tecnópolis por el lanzamiento de un plan estudiantil en el marco del plan Potenciar Trabajo, junto a su amigo y ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta. Y este jueves y viernes, viajará a Salta, primero, con motivo de la inauguración de la vivienda 40 mil, y a Tucumán, en una visita organizada por el jefe de Gabinete y gobernador en uso de licencia, Manzur, uno de los artífices de la campaña adelantada -si bien mantiene sus propias ambiciones presidenciales-.
En esta etapa, admitieron, será clave la presencia de la primera dama Fabiola Yáñez, que lo acompañó el fin de semana, con 8 meses de embarazo, a Punta Indio. Quieren “suavizar” la imagen del Presidente, y el bebé por venir calzará como anillo al dedo. Otro ejemplo de esto fue el estilo de su visita a un centro deportivo, ayer, donde saludó efusiva y jocosamente a un grupo de mujeres en plena práctica de gimnasia acuática.
Con una campaña inusitadamente temprana, el Presidente busca fortalecerse en el frente interno, con la certeza de que los coletazos en la economía del acuerdo con el FMI serán inevitable y de que los disidentes del espacio, encabezados por La Cámpora, no darán tregua con los cuestionamientos. Además, da por sentado que el año que viene, dadas las diferencias prácticamente insalvables puertas adentro, las candidaturas del oficialismo se dirimirán en unas PASO, al menos, entre el PJ territorial (reniegan aún de la palabra “albertismo”) y el kirchnerismo, aunque también podría intervenir el tercer integrante de la coalición, Sergio Massa, que, consideran en la Casa Rosada, ya se lanzó a la carrera, al proponerse como mediador entre el Gobierno y la oposición en las negociaciones por los votos para el acuerdo con el FMI en el Congreso.