No sólo está descontenta Cristina. También los gobernadores elevaron sus voces esta semana. La vice espera un llamado. El Presidente espera a su segundo hijo.
Todavía no hay día ni hora fijados pero las condiciones políticas y personales ya están dadas para que Alberto Fernández y Cristina Kirchner retomen el diálogo. Eso, al menos, es lo que perciben quienes frecuentan a uno y otro en los últimos días.
El primer paso lo dio la dama. Hizo trascender que, esta vez, no le clavaría el visto en el Telegram (ultra cuidadosos con su privacidad los altos mandos kirchneristas no tienen conectadas sus líneas telefónicas al tradicional Whatsapp), y estaría no solo dispuesta sino esperando ansiosa el llamado presidencial.
De todas maneras para que el deseo de muchos se termine haciendo realidad habrá que esperar al menos una semana. Cristina y Máximo Kirchner pasarán las Pascuas en Santa Cruz. Y el Presidente está a la espera de la llegada de Francisco, su segundo hijo, en las próximas horas.
Lo que sí no se demorará es el anuncio del índice de inflación de marzo. Un trago amargo que ya está limando los bolsillos de la sociedad y que se convertirá en aceite de ricino para el gobierno el próximo miércoles cuando el INDEC anuncie un número posiblemente superior al 6%. Ese día Alberto quedará a tiro de empatar el récord de Mauricio Macri en 2019: 53,9% de inflación anual.
Justamente los últimos chisporroteos internos en el Gobierno vinieron por ese lado. Harto de ser el único que pone la cara y voz ante la inflación desatada, Roberto Feletti le recordó en público a Martín Guzmán que el problema es estructural y que desde la secretaría de Comercio no se pueden generar más que paliativos. En buen romance algo así como “pídanle explicaciones a él, no a mí…”.
Lo insólito del cruce Feletti-Guzmán es que en privado ambos economistas se llevan bastante bien. Tienen, ante todo, un punto de coincidencia fundamental. Ambos están convencidos que no se podrá domar la inflación si no se suben las retenciones, al menos, al maíz y al trigo. Guzmán hace un año, dicen sus allegados, que reclama retenciones móviles. El dato no es menor. Porque si bien el respaldo político principal del discípulo de Stiglitz es Alberto Fernández y los rumores indican que el kirchnerismo y el massismo por estas horas estarían pidiendo su cabeza, en términos ideológicos serían mucho más cercanos de lo que ellos mismos piensan.
No es la primera vez que el kirchnerismo cae en prejuicios exagerados. Cuando Jorge Bergoglio era cardenal primado, una sucesión de desencuentros terminó haciendo que el futuro Papa y el entonces presidente Néstor Kirchner se enfrentaran en público y aparecieran casi como antagónicos. El paso del tiempo y la distancia geográfica que empezaron a tener cuando Jorge se convirtió en Francisco acomodó las cosas en su lugar. Cristina terminó teniendo en el Papa un gran aliado. El gesto adusto de Francisco en cada foto pública con Macri lo delataba a la perfección.
Con Guzmán podría estar pasando algo similar. Los mismos rumores que lo pintan en la cuerda floja y que recrudecieron al máximo el viernes pasado después del promocionado encuentro entre Alberto y Sergio Massa en la Casa de Gobierno, hablan de la posibilidad de que desembarque en el ministerio Martín Redrado, el Golden Boy de la década de los 90.
Ahora bien. Si el kirchnerismo corre por izquierda a Alberto y el resultado termina siendo que sale Guzmán y entra Redrado (un hombre claramente más ortodoxo que el actual ministro), “El reino del revés” de María Elena Walsh debería sumar otra estrofa.
Lo que está claro es que al Presidente se le empiezan a sumar algunas otras presiones además de la de Cristina. Los gobernadores peronistas reunidos esta semana en el CFI (Consejo Federal de Inversiones) dejaron claro que no quieren acompañar hasta la tumba al Gobierno. Y más de uno está dispuesto a desdoblar las elecciones en sus provincias el próximo año si Alberto y Cristina no enderezan el rumbo.
Las diferencias entre ellos de fondo y de estilo siguen estando. La vicepresidenta y Massa dieron un bono de 20 mil pesos a todos los empleados del Congreso. El Gobierno después de amagar con un bono primero compulsivo y después consensuado para los trabajadores privados, terminó negociando con la UIA adelantar las paritarias. Daniel Funes de Rioja salió exultante. Nunca una negociación le salió tan barata como esta. Con el 80% de las paritarias con cláusulas gatillos previas y la inflación rompiendo limites históricos, el adelantamiento anunciado es una obviedad.
Bonus track
Se promocionó como la cena antigrieta pero el quincho de Juan Manuel Urtubey no era la primera vez ni será la última en recibir a muchos de los que el miércoles se acercaron a San Isidro a deleitarse con la impecable calidad del anfitrión. Juan Schiaretti fue, por lejos, el que eclipsó el encuentro. Memorioso conocedor de los números macro de la Argentina el gobernador cordobés dio cátedra ante un auditorio con el que se sacó las ganas de hablar de política. El otro que se sintió en familia fue Gerardo Morales.
Si bien el encuentro que completaron Graciela Caamaño, Ángel Rozas, Pablo Javkin, Rogelio Frigerio y Florencio Randazzo, la organizó Emilio Monzó, fue el jujeño el que consiguió el sí de su par cordobés. Está claro que es demasiado temprano para hablar de un futuro electoral unificado. Pero la irrupción de Javier Milei como confirmado pre candidato presidencial para el próximo año, obliga a la clase política mas tradicional a estar rápidos de reflejos.
Está claro que el radicalismo no compartirá espacio con algo que esté mas a la derecha aún que Mauricio Macri. Tan claro como que, si no logran meter adentro a Milei, en una elección por tercios y sin balotaje, lo mas probable es que el peronismo vuelva a ganar la provincia de Buenos Aires.