Con salarios tratando de empatar la inercia anterior, del 8 a 10 por ciento mensual, el deterioro que implicó el salto al 30 por ciento mensual fue mayúsculo.
El deterioro en los ingresos de la población trabajadora argentina en el primer mes del gobierno de Javier Milei quedará para los libros de historia. Aunque todavía no hay datos definitivos, los especialistas estiman que la pérdida de poder adquisitivo del salario está en el orden del 15 por ciento en apenas cuatro semanas. Queda claro que aquello de que "el ajuste lo va a pagar la casta" fue solo un fantástico slogan de campaña. Y lo que viene por delante, de acuerdo a los aumentos proyectados y la suba del desempleo, luce más como una profundización del deterioro que una recomposición de lo perdido.
La depreciación del tipo de cambio oficial de un 118 por ciento, junto a la total desregulación de los mecanismos de control de precios y la falta de medidas de compensación para los ingresos fue el combo inicial de política económica adoptado por el gobierno, al margen de la revolución en el andamiaje institucional que la nueva administración pretende poner en práctica con el DNU y la Ley Ómnibus.
Si bien todavía no se conocen los datos del índice de salarios de los trabajadores registrados (Ripte) ni del índice de salarios del Indec, que agrupa a formales e informales, los especialistas coinciden en un análisis: los salarios venían subiendo al ritmo de la inflación pasada, del orden del 10 por ciento mensual, mientras que los precios, luego del paquete de medidas, se movieron al 30 por ciento.
"En los últimos cuatro meses registrados por Indec, es decir, de julio a octubre, el promedio mensual de la suba del salario privado registrado fue del 10 por ciento. Si la inflación se ubicó en el 25 por ciento, la caída en términos reales del salario privado registrado fue del 12 por ciento en un mes. Para tener una dimensión de esto, cabe recordar que la baja acumulada de los salarios reales en los últimos cuatro años venía siendo del 18 o 19 por ciento. De modo que este deterioro es monumental", explica Fabián Amico, economista de la UMET.
Para Sergio Chouza, director de la consultora Sarandí, "es precipitado plantear algo totalmente preciso. En cualquier caso, muy probablemente la movilidad de salarios de diciembre, que venía con la inercia paritaria del régimen inflacionario anterior, quede bien por debajo de la mitad de la inflación, que estuvo en torno al 30 por ciento. Es probable que en lo que va del gobierno de Milei, la caída del poder adquisitivo supere a la registrada durante toda la gestión de Alberto Fernández", consideró
En una línea similar, el Centro de Estudios Scalabrini Ortíz (CESO) estima que "la actualización por paritaria venía en torno al 8 por ciento y con la inflación del 28 por ciento, da una caída de más de 15 por ciento en el último mes".
Investigadores del CIFRA, que depende de la CTA, tomaron como referencia al salario mínimo vital y móvil (SMVM), que solamente en diciembre cayó un 15 por ciento mensual. Claro que este deterioro se encuadra en una trayectoria muy deplorable del ingreso: el SMVM está un 26,7 por ciento por debajo del mismo mes de 2019. La reducción en relación a diciembre de 2015 alcanza un 43,5 por ciento. Con una breve pausa en 2015-2017 y 2021, el salario real no para de caer desde 2011.
Ancla
Para el Gobierno, el deterioro de los ingresos no es una consecuencia no deseada sino el instrumento a través del cual se puede moderar el consumo y en consecuencia comenzar un camino de desaceleración de los precios. "Terminar con la maquinita", "reducir la cantidad de pesos en la economía" o "licuar los pesos", son eufemismos para referirse al intento de aplacar la demanda agregada y moderar la inflación.
Para ello, la dinámica salarial no debiera acompañar a los precios, sino correrle bien por detrás. De hecho, esto está presente en el discurso oficial, que siempre habla de "precios reprimidos" pero nunca de "salarios reprimidos".
Al margen del desastre social que ello implica, Fabián Amico explica la viabilidad de esa estrategia: "El salario como ancla nominal puede funcionar como lo hizo durante la convertibilidad pero para eso se requieren dos condiciones: primero, un desempleo alto y persistente, que todavía no está y que tiene que afectar mucho al sector privado y registrado, que es aquel que tiene el poder de negociación salarial. En segundo lugar, se deben inhibir los mecanismos institucionales de recomposición de ingresos, que todavía están abiertos. De modo que para que los salarios sean un ancla, falta bastante tiempo, eso sin tomar en cuenta la sustentabilidad social y política".