Se dedica a la producción de arroz y ganadería en el sur provincial.
Una productora de Esquina fue reconocida a nivel nacional con el premio Lía Encalada por su aporte al campo argentino. Junto con su hermana llevan adelante la industria del arroz y ganadería en el sur correntino.
Desde los 12 años, Betiana Bel comenzó a trabajar en las tareas rurales al lado de su padre en el campo de la familia. A esa edad comenzó a subirse al tractor, a la cosechadora, a monitorear los cultivos y a incursionar en las cuestiones administrativas de la empresa.
En 2016, tras la muerte de su papá, ella y su hermana Antonela comenzaron a dedicarse completamente a la agricultura, a la ganadería y a la plantación de forestales. Hoy, a sus 41, Betiana lleva las riendas del campo en la zona de Esquina, es la primera mujer en integrar la Comisión Directiva de la Asociación de Plantadores de Arroz y fue distinguida con el Premio Lía Encalada por su labor como mujer rural.
“Mi padre nos inculcó esta pasión por el campo desde niñas”, contó Betiana y aseguró que él nunca hizo una distinción de género entre su hermano y ellas. “Yo naturalmente siempre viví la igualdad de género”, destacó. El reconocimiento Lía Encalada es otorgado por Mujeres Rurales Argentinas en honor a la primera referente que hubo dentro de esta área. Este galardón busca reconocer el trabajo de las mujeres rurales de Argentina.
Actualmente Betiana administra el campo y se ocupa del día a día mientras su hermana, que vive en Santa Fe, se ocupa de las cuestiones contables, inversiones, créditos, entre otras cosas. “Nosotras heredamos la trayectoria de 40 años de arrocero de mi papá, continuamos con ese legado”, dijo Betiana.
Muy cerca de la localidad de Esquina y del río Paraná, siembra arroz, la principal actividad, y hacen ganadería. Además, alquilan campos en Sauce donde cultivan maíz, sorgo, girasol y soja. Todas las labores las hacen con maquinaria propia y, además, brindan servicios a terceros con sus equipos.
El arroz ocupa unas 220 hectáreas en el sudoeste correntino. “Es un cultivo muy difícil que te demanda más trabajo y atención que otros, tenés que tener mucha estructura para poder realizarlo, por eso cada vez hay menos arroceros en la provincia, y el que deja no vuelve a la actividad”, explicó. Según relató, en su zona había 50 productores cuando su padre llegó desde Concordia y hoy quedan apenas tres.
Cuando junto a su hermana decidieron hacerse cargo del legado paterno y tomar las riendas de la empresa familiar, Betiana pensó que iban a tener más limitantes por ser mujeres pero no fue así. “Siempre hubo respeto, consideración, nadie hizo diferencias de género, nos consultan, lo fuimos ganando con el tiempo”, destacó la empresaria.